Bolsonaro y la “Cepa América”

El ultraderechista Jair Bolsonaro tardó diez meses en aceptar la idea de comprar vacunas, y diez minutos para ofrecer Brasil como sede para la Copa América. Nada mejor para reflejar la manera como conduce el país rumbo a la tragedia, irremediablemente desvinculado de la realidad, de cualquier sentido de responsabilidad. No sin razón es tratado por “Genocida”.

Manipulador que nadie logra propiciar aunque fueran vestigios superficiales de lucidez, nada más natural que promocionar un torneo de fútbol que coincidirá con el número de muertes de la pandemia superando el medio millón.

En permanente campaña de cara a las elecciones presidenciales del año que viene, opera a ejemplo de los antiguos generales romanos, pero con una diferencia esencial: en lugar de pan y circo, virus y circo.

Las reacciones fueron las peores posibles, pero a Bolsonaro nada que no sea la reacción de sus seguidores más fanáticos importa.

Dijo que iría consultar a sus ministros, como si alguno de sus secuaces tuviesen opinión propia. Mientras los consultaba, varios gobernadores se anticiparon rechazando la posibilidad de aceptar partidos en sus provincias.

Al final de la tarde de este martes –y vaya provocación–, en un acto realizado precisamente en el ministerio de Salud, confirmó la realización de la Copa en Brasil. Y anunció que cuatro gobernadores alineados aceptaron recibir partidos del torneo.

Se supo que los partidos no tendrán la presencia de público. En el anuncio, Bolsonaro enfatizó que “venció la coherencia”. Y en eso tiene razón: es plenamente coherente la decisión de seguir ignorando las inúmeras recomendaciones de médicos, investigadores y científicos.

Mientras, oye los consejos y recomendaciones de sus asesores informales, una especie de ministerio paralelo de Salud. Defienden, por ejemplo, el uso de medicamentos que no solo son ineficaces como provocan daños paralelos de gravedad, y también la “inmunidad de rebaño”, o sea, que si se contamina el 70 por ciento de la población el virus perderá fuerza.

Bueno: hasta ahora, las cifras oficiales indican más de 460 mil muertos, y casi quince millones de infectados.

Se sabe que ocurre en Brasil lo mismo que en muchos otros países: una sub-notificación generalizada, y que el número real es mayor, rondando la casa de los 600 mil muertos.

De todas formas, científicos e investigadores dicen que de esas 460 mil muertes, al menos 40 por ciento podrían haber sido evitadas si el ultraderechista no hubiese asumido, de forma radical, una posición de absoluta negación del cuadro real vivido por Brasil.

Es un cuadro tan tremendo como en otras partes, pero con una diferencia fundamental: aquí, los esfuerzos del gobierno pasan muy lejos de lo que determina la ciencia.

Aquí, prevalece el populismo desenfrenado de un ultraderechista que no piensa en otra cosa que lograr la reelección el año que viene.

Porque sabe que volver a la planicie, y sin las medidas de protección aseguradas al mandato presidencial, significará ser encaminado directamente a alguna corte de Justicia, aquí o en otra parte.

Y sabe que son altísimas las posibilidades de que cuando eso venga a ocurrir, su camino será sin vuelta.

Por eso la necesidad más que urgente de intentar captar simpatía popular, aunque al precio de nuevas vidas perdidas.

Lo que era Copa América ya es tratada en Brasil por “Cepa América”. Otra gloriosa realización del Genocida.

Eric Nepomuceno

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